El pasado Martes 28 de Septiembre, como es costumbre, se celebró el Día Internacional del Hincha de River Plate. Desde el año 2003 que los hinchas de River tienen su propio día en el cual se sienten más identificados que nunca con su club; coincidiendo la fecha con la del nacimiento de Ángel Labruna, uno de los máximos ídolos o quizás el máximo de la institución de Nuñez.
Labruna fue un tipo distinto. A cualquier abuelo que le preguntes, todos te van a decir lo mismo. Distinto por su forma de jugar, distinto por sus éxitos, logros y distinciones; y distinto por su forma de ser. Su forma de jugar lo llevó a ser muy respetado dentro de la cancha, como afuera también. Su forma de jugar lo llevó a convertir 293 goles. Sus 293 goles lo llevó a ser el máximo goleador de la historia del fútbol argentino, junto con el paraguayo Arsenio Erico, con pasado en Independiente de Avellaneda. De esos 293 tantos, 16 fueron seguramente los que más gritó. Dieciséis goles le convirtió en diversas ocasiones al archirrival Boca Juniors, convirtiéndose en el máximo artillero de los Super Clásicos. Ángel Labruna es de esos tipos que no necesitó más que astucia y rapidez para ser el jugador que fue, sólo medía 1,72 metros de altura. ¡Ay Angelito querido!...
Don Ángel debutó un 18 de Junio de 1939 y defendió a la banda roja durante 20 años de manera ininterrumpida. Logró casi un promedio de un título cada dos años tras conseguir el Campeonato argentino en 1941, 1942, 1945, 1947, 1952, 1953, 1955, 1956 y 1957. En 1943 y 1945 resultó goleador con 23 y 25 tantos respectivamente. Luego de 515 partidos encima, de los cuales seguramente 18 son los más recordados y emocionantes, llegó el momento de partir. Angelito fue uno de los integrantes de aquella célebre delantera del conjunto millonario conocida como La Máquina. ¡Sí!, es esa misma delantera que estás pensando, esa que sale de memoria: Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. Esos 5 jugadores jugaron 18 partidos juntos, por eso habrán sido los más inolvidables para el viejo e inoxidable hincha de River. Tras haber dejado su huella, una enorme y grandísima huella en River, luego jugó para Rampla Juniors de Montevideo y Rangers de Talca de Chile (ambos en 1960), y Platense (1961). Decidió retirarse a los 43 años. En cuanto a la Selección Argentina, jugó 36 partidos y marcó 17 goles. Alzó dos Copas América en 1946 (sede Argentina) y 1955 (sede Chile), y sus últimas actuaciones fueron en el Mundial de Suecia en 1958 teniendo 40 años. Su carrera como futbolista termina ahí pero rápidamente, gracias a Dios o a la suerte, siguió ligado al fútbol tras empezar a desempeñarse como director técnico. Su primer logro lo consiguió en 1967 tras coronar campeón de la Primera División B a Defensores de Belgrano, aunque dicho club no consiguió el ascenso ya que ese mismo año se disputó un Reclasificatorio con equipos de la A, que permitió los ascensos de Tigre y de Los Andes. Este campeonato obtenido en Defensores de Belgrano lo logró mientras dirigía Platense, dato curioso. Al equipo de Vicente López lo llevó a las semifinales de un torneo Metropolitano. También se sentó en el banco de Racing Club, Lanús, Chacarita Juniors, Argentinos Juniors, Talleres de Córdoba y Rosario Central. A este último club logró coronarlo campeón del Torneo Nacional de 1971, dándole al equipo rosarino su primer título en Primera División. Todo ese temperamento, sabiduría y pasta lo transmite a Buenos Aires cuando es contratado para dirigir a River. El club de Nuñez pasaba por el momento más oscuro de su historia: los años pasaban, campeonato tras campeonato, River no los conseguía. Decisiones dudosas de los árbitros en ese momento, torneos perdidos por diferencia de gol y otros perdidos en las últimas fechas llevaron a River a estar 18 años sin gritar campeón. Finalmente, el ángel del gol llegó a River como un salvador y se recibió como tal. Ese año consiguió con River el Torneo Metropolitano y logró cortar la sequía de 18 años sin festejos. Logró otros Metropolitanos en los años 1977, 1979 y 1980, y también logró el Torneo Nacional en los años 1975 y 1979.
Angelito quedó en la memoria de muchos al igual que aquel acto mítico que hacía cuando entraba al Monumental. Cuando el equipo ingresaba al terreno de juego, le tiraban una pelota larga, él la corría y esta terminaba en la red. La gente enloquecía y festejaba esos disparos al arco como si fuesen goles oficiales convertidos durante el partido. Lo que pasa es que la gente ya sabía lo que iba a pasar, la gente predecía que eso iba a ocurrir en el partido.
Angelito… Subime a tu historia, llévame en tu vuelo.
Angelito… Mostrame esa gloria que cuenta mi abuelo.